sábado, 3 de marzo de 2007

Le son d'un baiser


I

Las gotas comenzaron a recorrerle lentamente el rostro, deslizándose luego por su cuello hasta llegar a sus hombros y comenzar el descenso por las mangas de la chaqueta hasta al fin encontrar el punto de escape en el contorno de sus dedos. El suave rumor de la llovizna le llenaba los oídos, trayendo a su cabeza ecos pasados. Al llegar a la esquina detuvo el paso y contemplo su figura mojada, con los cabellos echados sobre el rostro que se reflejaba tenuemente en el cristal de un aparador.

Le había encontrado entre Brahms y Mahler una tarde en que la llovizna caí con una sutileza acariciante. La pieza final seguía presente en sus almas cuando comenzaron aquella caminata silenciosa que se prolongo hasta el crepúsculo. Apenas y se dijeron sus nombres, no había hecho falta más. Después, en la despedida, aquel sonido embargo sentimientos y luego vino el silencio. Enmarcado en aquel sonido embriagante se dejó caer, caía lentamente de espaldas; la caída se le hizo eterna, abrió los brazos, cerró los ojos y hecho la cabeza hacía atrás buscando acelerarla, las palmas extendidas hacia arriba, los labios apenas separados dejando escuchar un leve susurro, la luz alcanzaba a traspasarle los parpados.

Despertó tendido en la cama, boca arriba, con los brazos abiertos y las palmas de la mano volteadas hacia arriba, la vista dirigida a la ventana. Se encontró con un día plomizo. Estaba por demás buscar: Su ropa había abandonado la ruta de la pasión que comenzará justo cruzando la puerta principal y luego siguiendo hasta el sofá, subiendo por las escaleras y terminando a los pies de la cama en la que ahora despertaba. Después de la regadera, aún con el cuerpo mojado se dispuso a recoger su ropa de entre los besos derramados la noche anterior y entonces lo escucho de nuevo… le son… le son… Todo estaba lleno de él, ¿Cómo podría ahora olvidar? Sintió el cuerpo agrietársele; se imagino que era un terrón de tierra a punto de perder toda humedad.

II

Salió sin rumbo, se subió el cuello de la chaqueta para cubrirse del fresco y se dispuso a caminar con la vista pegada al piso y las manos en los bolsillos. No podía quedarse, todo eso le era tan extraño. Era la primera vez que pasaba por algo así, tan repentino, sin advertencia alguna.
La llovizna que comenzara a caer la tarde anterior no había cesado y parecía arreciar a cada instante. Caminó más de prisa, debía de llegar a algún lado, pero no sabía a dónde.
Las gotas arreciaron su ataque y pronto le empaparon por completo, fue entonces que decidió guarecerse un poco debajo de alguna cornisa. Estaba ahí, mojado y con el agua remarcándole la silueta y entonces volteó y se vio a si mismo tenuemente dibujado en un cristal de aparador. Se hecho dos pasos atrás hasta que quedo de nuevo bajo la lluvia, cerro los ojos y alzó la vista, dejo que el agua le recorriera el rostro y se abandono a recordar ese sonido… le son… le son…

III

Había olvidado su nombre, pero aún le quedaba aquel sonido grabado en lo más hondo, el sonido que le abrió el alma aquella tarde de ya hacía tanto tiempo… Le son d’un baiser.

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